Sin techo

En Brasil, observamos el aumento del número de ocupaciones urbanas, lo que se da en un contexto de avance del modelo financiero inmobiliario de las ciudades, que en medio de la desmesurada especulación inmobiliaria y estrangulamiento de políticas públicas sociales, rechaza las posibilidades de acceso a derechos mínimos por todas y todos. De acuerdo con datos de la Fundación João Pinheiro de 2014, el déficit habitacional brasileño es de más de 6 millones de domicilios. «Es tanta casa sin gente y tanta gente sin casa».

Los movimientos de vivienda se resisten y, en el escenario nacional, innumerables han sido los episodios de represión violenta a defensoras y defensores de derechos humanos que luchan por la vivienda. Los desalojos realizados en las ocupaciones urbanas alrededor del país han sido marcados por violencia policial e inconsistencias jurídicas en favor de los propietarios y en detrimento de la función social que deberían tener los espacios ocupados por esos movimientos.

No se tienen datos sobre el déficit habitacional brasileño por recorte de género. Sin embargo, considerando que el 82,5% del de ese déficit está concentrado en la población que tiene ingresos de hasta tres salarios mínimos (FUNDACIÓN JOÃO PINHEIRO, 2015) y el 71,3% de las mujeres que trabajan reciben hasta dos salarios mínimos (IGBE, 2009), Es posible que la falta de acceso a la vivienda afecte a una parte considerable de las mujeres, con énfasis para las mujeres negras.

Ellas permanecen siendo las principales responsables de la esfera doméstica, ocupándose del mantenimiento de la casa, de la comida y del cuidado con hijas e hijos. Son, por lo tanto, las más afectadas por falta de vivienda o inadecuación de sus condiciones y por la dificultad de acceso a la infraestructura urbana y servicios públicos, como escuelas y puestos de salud. Por eso, son las que más ocupan, a pesar de no figurar como portavoces o representantes políticos de las organizaciones de lucha por la vivienda. La pauta de los sin techo es una conversación para hombres, pero es trabajo para las mujeres.

Si el escenario de la ciudad es un tanto sexista, clasista y racista, se resisten. ¡Porque mientras que vivir es un privilegio, ocupar es un derecho!

Resistências